En esta
sala de espera los amantes no tienen nombre…
Dejan a
deber los abrazos y arrastran los pies por el pasillo…
A esta
sala de espera se llega por una escalera de caracol de más de treinta peldaños.
Algunos
sin tiempo, otros eternos… hundidos o quietos pero siempre oscuros y en
descenso.
Ayer
estrellaron contra el suelo más de cien bombillas desnudas.
Así, nunca
podré descifrar el mapa que la hiedra teje entre los vacíos y los males.
Cada muro
está marcado por la ausencia y en las bandejas naufragan las telas blancas.
Con el
barro en sus recetas, entran y salen los “sanos y a salvo”.
Ya han
cambiado por sonrisas imposibles sus tragos amargos.
Yo te
entrego el aliento si me regalas un paseo sin destino.
Si me
curas la espalda, de todos los nidos tú serás el dueño.
Lo sé,
el cielo ya está hecho añicos pero si tú me calmas, volveré a beber el viento de
costado.