Anochecidos,
en la isla de lo dulcemente habitado,
entre los arrecifes donde empieza el cielo...
Eres tú quien vuela sobre mi ombligo.
Desciendes como oleaje histórico,
como aguacero,
encerrándome en delirio de luciérnagas devorando sombras.
Sol de pasos sobre el oscuro,
te respiro en la niebla
te amo despacio...
Anuda esta noche a mi cintura
como las lenguas de mar que nos abrazan,
como la huella del recuerdo nuevo sobre la roca,
como la memoria de hogar y el navegar en tus ojos...
Dulce...
Refugio del beso inevitable,
el aliento preso
y la piel inminente.
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